miércoles, 12 de noviembre de 2008

YO SOY LOLA. III ENTREGA MARATON DE CUENTOS 2

Me llamo Dolores.

Antes me ganaba la vida como ejecutiva publicitaria en una multinacional en el Paseo de la Castellana, cobraba un cuantioso sueldo y me socializaba en las terrazas más cool de Madrid.

Era la mujer perfecta, con un cuerpo perfecto, un vestuario perfecto, trabajo, casa en la moraleja, coche y una larga lista de cosas perfectas. Con una coraza perfecta que no me permitía enamorarme.

Un día conocí a Lucas, un príncipe de la Bolsa con una sonrisa profident que desintegró la armadura que cubría mi corazón y me enamoró, me pegó 4 polvos bien metidos y como buena historia de cuento el encantamiento me duró 2 semanas más de lo que tardó en dejarme y, si te he visto, no me acuerdo.

Me di cuenta de lo vacía que me sentía por una vida que tenía resuelta en el lado material pero totalmente incompleta en el ámbito sentimental, no tenía amigos, no tenía familia y no tenía príncipes que me rescataran de lo alto de la torre de mi castillo.

Decidí dejar el curro, venderlo todo, hacerme bisexual, dejarme pelo en los sobacos, hacerme rastas, beber calimotxo, hacerme poetisa, comprarme unos bombachos, fumar mariuana, irme un tiempo de mochilera a Sudamérica, enseñar a los niños de una tribu de Senegal a hacer mermelada un par de años, meditar en India… Cuando me fundí casi toda la pasta me hice rastas, adopté un perro, compré una bicicleta y me volví a España. Aquí empecé a ganarme la vida vendiendo trapitos que había comprado en India y leyendo la buena ventura, mi buen olfato en los negocios también me sirvió para oler qué era lo que cada uno de mis clientes quería escuchar sobre su futuro, así que en cuestión de un par de meses ya tenía mi clientela fija.

Cuando paseaba por la ciudad con mi bici y mi perrillo Rusflus todo los días a las 9.00 am me cruzaba en la salida de una calle estrecha con un camión de Prosegur que venía de recaudar dinero de los bancos del centro que, cada mañana, me hacía estremecer y me revolvía el estómago. Pensaba que era síntoma de mi alergia al materialismo.

Un día pasé por la larga calle estrecha a las 8.57 am y me crucé con el camión a una distancia de menos de un metro, esos síntomas se acrecentaron tanto, tanto, que me elevé del suelo y me quedé pegada al camión. Aunque gritaba y luchaba por despegarme el camión no paraba, atrás dejaba mi bici tirada y a Rusflus ladrando como un loco. Yo seguía con mi lucha por despegarme y el camión no paraba, pasaron días y meses, el camión no paraba y yo no me despegaba hasta que llegamos al “Casino Elvis is alive” en Las Vegas. Cuando descargaron el camión caí desplomada en el suelo y perdí el conocimiento.

Me llevaron al hospital y un médico me hizo un chequeo para explicar todo lo que había pasado: Toda la codicia que tengo dentro había imantado mi cuerpo y lo había atraído al metal de las monedas de 1€ que había en el camión!!!

Ahora me llamo Lola, trabajo en el Casino donde mi codicia me llevó como go-go y cada noche conozco a un príncipe con sonrisa profident que me lleva a su trono, me da dinerito y me firma una tarjeta con “Ya te llamaré”.

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